Por: Ilaria Rapido y Jaime Giménez en Quito, Ecuador
El día de su graduación, los rostros de Osmar* y Valeria* se iluminaron de orgullo. Pero esta graduación tan especial no reconoció los logros de sus dos hijos en edad escolar, sino de toda la familia, ya que con ella finalizaron un programa destinado a ayudar a las personas refugiadas a salir de la pobreza extrema y darles las herramientas para reconstruir sus vidas.
“Nos capacitaron en emprendimiento y tomamos también clases sobre cómo administrar nuestras finanzas”, explicó Valeria, una ex peluquera venezolana de 32 años que abrió su propio negocio de planificación de eventos después de huir a Ecuador. “Las cosas no han resultado fáciles, pero (el programa) nos ha ayudado a cubrir muchas de nuestras necesidades”.
Las dificultades de la familia comenzaron en su Venezuela natal, al hundirse el país en una crisis que se prolonga y que ha provocado una escasez generalizada de alimentos y medicamentos, así como una inflación galopante y un colapso generalizado del orden social.
Un día de noviembre de 2017, Osmar, Valeria y sus hijos pasaron la noche en la casa de un pariente y, para su sorpresa, descubrieron al regresar a su casa que unos ocupantes ilegales habían aprovechado la oportunidad para invadirla. Intentaron recuperar su hogar, pero sus esfuerzos fueron en vano y no tuvieron más opción que huir del país.
La familia se las arregló para reunir el suficiente dinero para los boletos de bus hasta Ecuador, la nación sudamericana que ha acogido a unos 385.000 de los aproximadamente 4,8 millones de refugiados y migrantes venezolanos que viven ahora fuera de su país.
El costo del viaje agotó sus ahorros, dejándolos varados en la estación de buses de Quito durante una semana. Después de recibir asistencia para alojamiento por parte de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, y de su socio en Ecuador, la familia fue seleccionada para participar en un programa de integración de refugiados y de prevención de la pobreza, conocido como “Modelo de Graduación”.
El programa tiene como objetivo apoyar a las personas refugiadas más vulnerables, especialmente a madres solteras, familias numerosas y aquellos que carecen de una red de apoyo en su país de acogida. Dado que un ingreso estable es uno de los indicadores más importantes para evaluar la integración exitosa de las personas refugiadas en sus países de acogida, el programa tiene como objeto brindarles a los participantes algunas herramientas indispensables el autoempleo.
Los beneficiarios seleccionados reciben capacitación empresarial y vocacional, capital semilla y tutoría para ayudarles a aprender nuevas habilidades e iniciar pequeños negocios, así como apoyo psicológico para acompañarlos a lo largo de este proceso. Desde 2015, más de 3.150 familias refugiadas en Ecuador han pasado por el programa, administrado por el socio de ACNUR en el país, HIAS.
La capacitación recibida ayudó a Valeria, que era propietaria de un salón de belleza en Venezuela, a reorientarse hacia una nueva profesión como decoradora y organizadora de eventos. Su esposo Osmar, de 38 años, cambió su antigua profesión de mecánico de automóviles a la de DJ, gracias a una subvención y a capital semilla del programa, que le permitió inscribirse en un curso y adquirir equipamiento.
El programa también ha contribuido a abrirle nuevas oportunidades a Deilys*, una solicitante de asilo venezolana de 36 años, madre de dos hijos, quien huyó a Ecuador en diciembre de 2017, después de que ella y su esposo fueron amenazadas por unos funcionarios en represalia por sus opiniones políticas.
En su país natal, Deilys trabajaba en temas de logística para una empresa de alquiler de automóviles, pero, gracias a la tutoría y a las clases de emprendimiento que tomó en el programa Modelo de Graduación, ahora está causando sensación en el emergente sector de comida saludable de Ecuador.
Con el capital semilla, compró utensilios básicos, como un horno, una refrigeradora y una batidora, lo que le permitió preparar los postres veganos que ahora vende en ferias callejeras y otros eventos. Deilys confía en poder abrir su propia tienda pronto.
“Este proceso nos ha facilitado las herramientas para poder subsistir, sobrevivir y avanzar”, dijo Deilys, y añadió que el programa les permitió a ella y a su familia asumir una actitud de “podemos hacerlo”.
“No tenemos de todo, pero vivimos bien”, dijo. “No tenemos deudas ni nos atrasamos nunca en el pago del alquiler y, cuando llegan los cumpleaños, tenemos suficiente para comprar regalos para nuestros hijos”.
Las familias se “gradúan” de este innovador programa cuando sus ingresos superan la línea de la pobreza; cuando pueden comer tres comidas nutritivas al día; cuando logran ahorrar al menos el cinco por ciento de sus ingresos mensuales, y cuando han construido una red de apoyo local.
Osmar y Valeria se graduaron tras 18 meses en el programa. Desde entonces, han pasado por tiempos buenos y difíciles. La promesa de un trabajo de planificación de eventos en otra ciudad resultó ser una estafa que prácticamente los arruinó.
Pero finalmente pudieron regresar a Quito y retomaron su empresa de planificación de eventos tal como la habían dejado. Mientras tanto, sus aspiraciones han crecido exponencialmente. La familia se ha propuesto abrir su propio local para eventos, en el que Valeria organizará fiestas y bodas y Osmar se encargará de la música.
“Es mi mayor sueño”, dijo Osmar.