Por Zahra Mackaoui
El pescador español Pascual Durá tomó la valiente decisión de salvar la vida de doce personas en el Mediterráneo esta es su historia.
LA DECISIÓN
El destino quiso que Pascual Durá se encontrara una noche en su barco de pesca a 90 millas náuticas de la costa de Libia. Vino en forma de una decisión de vida o muerte. Fue entonces cuando descubrió que tenía un corazón compasivo, como el de su padre.
Era el 22 de noviembre de 2018, y como capitán, Pascual estaba en la cubierta del Nuestra Madre Loreto, un barco de pesca español. A las 8:35 de la noche, encontrándose cerca de aguas libias, vio luces en el agua. Acercándose, observó cómo un barco de la guardia costera libia interceptaba una lancha de goma Zodiac abarrotada de personas.
Cuando los pasajeros vieron a la guardia costera, algunos se lanzaron por la borda porque temían ser devueltos y detenidos en Libia incluso más de lo que podían temer al mar abierto por la noche.
Pascual podría haber virado y seguir pescando. Pocos lo hubieran sabido. En cambio, él apagó el motor para evitar daños y arrojó chalecos salvavidas y cuerdas al agua. En medio de la oscuridad y la confusión, 12 personas subieron a bordo; y salvaron la vida.
EL RESCATE
Uno de ellos era Frank, un hombre nigeriano que no sabía nadar.
«Ahora estaría muerto…, si no me hubieran ayudado esa noche», dice.
LOS REFUGIADOS DE EUROPA
Los últimos años han sido testigos de muchas tragedias en el Mediterráneo, y también de muchos actos de heroísmo. Pero a medida que los gobiernos han endurecido las normativas sobre embarcaciones privadas y benéficas, los rescates, como el que realizó Pascual, son cada vez menos comunes.
En lo que va de año, más de 1.000 personas han perdido la vida o se encuentran desaparecidas en el Mediterráneo, según los datos de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados.
Las embarcaciones de búsqueda y rescate de las ONGs han tenido que afrontar restricciones legales y logísticas cada vez mayores para desarrollar sus actividades. Durante el año pasado, esto llevó a que en determinados momentos ninguno de estos barcos estuviera disponible en el mar para rescatar a personas en peligro.
LA HISTORIA DE SU PADRE
Los valores vienen de familia para los Durá. En 2006, el padre de Pascual, Pepe Durá, rescató a 51 personas cerca de la costa de Malta, un acto que se recuerda con una pequeña placa conmemorativa a la entrada del puerto de la pequeña localidad de Santa Pola, donde reside la familia.
«Los pescadores son siempre los caballeros del mar», reza una parte de la placa.
De niño, Pascual pasó muchos días y muchas noches a bordo del barco Nuestra Madre Loreto, de 25 metros de eslora. Tenía 16 años cuando su padre llevó a cabo el rescate, y aún recuerda la cobertura mediática durante los ocho días que el barco quedó atrapado en el mar sin un puerto de desembarco.
Cuando finalmente se permitió a la tripulación atracar en España con los pasajeros rescatados, fueron recibidos como héroes locales y galardonados con premios por su valentía. A finales de 2007, los barcos de la familia Durá habían realizado dos rescates más en el mar, con lo que el total de personas a las que salvaron la vida rondaba el centenar.
«Él dio ejemplo… pero verdaderamente es lo que hay que hacer», dice Pascual desde su casa en Santa Pola. «En esto consiste comportarse como un ser humano».
LA ODISEA
Hasta aquella noche de noviembre, Pascual había asumido que la historia de su familia rescatando a migrantes había terminado. Cuando los migrantes y refugiados subieron a bordo, también pensó que la terrible experiencia por la que estas personas habían pasado ya había terminado. En cambio, se enfrentó a una nueva odisea.
Italia, Malta y España declinaron inicialmente el permiso para que el barco desembarcara a los pasajeros. Durante 10 días, el Nuestra Madre Madre Loreto estuvo atrapado en el mar. Con la comida y el combustible al límite y el doble de personas en la cubierta que en condiciones normales, la situación para la tripulación empeoró rápidamente.
Desde Santa Pola, la familia de Pascual y la comunidad seguían con angustia los acontecimientos. Se sentían impotentes sin poder intervenir y esto fue especialmente doloroso para Pepe, que vio cómo la historia se repetía, pero esta vez con su hijo como protagonista.
«Fue duro ver que cómo se repetía todo de nuevo…, pero él no iba a dejar morir a esta gente», dice Pepe.
EL REGRESO
Tras pasar 10 días a bordo del barco de Pascual, los 12 supervivientes pudieron desembarcar en Malta y luego ser trasladados a España. Cuando el Nuestra Madre Loreto volvió a casa a Santa Pola, Pascual y la tripulación fueron homenajeados por salvar vidas en el mar, igual que lo fue su padre 12 años antes.
«Casi toda la ciudad vino a recibirlos», cuenta Rafael Bonmati, dueño de un restaurante local. «Había música y tambores. El Ayuntamiento le mostró su agradecimiento y dedicó una placa en su honor».
«Nunca vas a dejar a la gente tirada en el mar así. Tienes que rescatarlos. Son seres humanos», dice Bonmati.
EL ENCUENTRO
Al poco tiempo Pascual salió de nuevo a faenar y volvió a Santa Pola tres meses después para hacer unas reparaciones en su barco. La pintura se estaba levantando y la cubierta estaba llena del aceite de un torno roto.
Dos de los hombres que había rescatado, Frank, de Nigeria, y Diop, de Senegal, le hicieron una visita. Estuvieron residiendo en un centro de acogida en Madrid mientras se tramitaba su solicitud de asilo. El peligroso viaje que hicieron y esa noche de noviembre han dejado cicatrices que hicieron que el encuentro fuera aún más especial.
«Verlo me hace sentir… vivo; como si tuviera a alguien pendiente de mí, como a una familia… que está dispuesta a ayudar a quien lo necesita», dice Frank.
REGRESO AL MAR
Cuando terminaron las reparaciones, Pascual se preparó para salir de nuevo al mar por otros tres meses. Los últimos días en tierra fueron los más difíciles, despedirse de la familia y preocuparse por si la próxima pesca sería suficiente para ganarse la vida. También le preocupaba encontrarse con más personas en peligro en el mar, lo que le empujaría a una nueva odisea. Pero, aún así, lo tenía claro.
«Si volviera a suceder, por supuesto, haría lo mismo mil veces».